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LE SPINE DELLA ROSA

            Esta es la historia de mi nonna y es también mi historia. Una historia que llevo escrita en mi antebrazo derecho como dos rosas entrelazadas, inseparables. Una tiene espinas, la otra no.

            Hasta donde sé, esta historia comenzó a finales del siglo 19 en una pequeña ciudad siciliana llamada Noto. Ahí vivía Salvatore Pastorella y su mujer, posiblemente la primera Rosa de esta historia.

            Tuvieron tres hijos, Michele (Mikele se lee), Palma y Corrado. De cómo habrá sido la vida de estos tres niños sé solo lo que mi imaginación crea a partir de retazos de novelas, películas y fotos. Imagino niños de pantalón corto con suspensores y niñas con falda y trenzas; de piel clara y ojos azules, como mi nonna. Es bastante probable que haya sido muy distinto. En Sicilia hace mucho calor en verano y esta historia no sucede en Suiza ni Alemania. Esos son los lugares de otra familia que en algunos años más se unirá a esta familia siciliana, pero mejor vamos de a poco que todo esto llevó casi un siglo.

Uno de los tres hermanos, el mayor, Michele (no olvidar la k) al crecer se hizo “professore di lettere” y enseñaba italiano, latín y griego.  Mientras estudiaba conoció a quien sería su esposa, Erminia Franza, también profesora pero de matemáticas. Una vez casados encontraron trabajo en un pueblo del norte de Italia llamado Montecastello di Vibio, lugar donde vivieron el resto de su vida y lugar donde hicieron familia e historia.

               Montecastello es un pueblo de esos europeos antiguos; amurallado, en la cima de un cerro, con castillo medieval, foso, iglesia, teatro, alcaldía, y la casa donde mi madre pasó la Segunda Guerra Mundial, la casa de Michele y Erminia, inmigrantes desde la isla al sur del país a esta ciudad en el centro-norte. Se dice que al llegar llevaron la cultura a los niños y niñas, ella y él eran los profesores del pueblo y con el tiempo Michele incluso llegó a ser su alcalde. 

            Michele y Erminia tuvieron dos hijos. El mayor, Salvatore Pastorella, fue profesor también y colono en tierras africanas. La menor Rosetta, por extraños azares de la historia, es mi nonna. Por ahora, estos cuatro personajes viven en Montecastello, digamos que es el año 1930.

            Mientras tanto, los hermanos de Michele continuaron sus vidas en Sicilia. Corrado, el hermano menor se casó y tuvo dos hijas: María, madrina de confirmación de mi madre y Cándida, la menor. Palma Pastorella se casó con Ottavio Meli y se quedaron viviendo en Noto. Ottavio tenía tierras y una tienda de textiles de todo tipo. Hasta hace algunos años, aún se podía ver el nombre de la tienda en la calle principal de la ciudad, frente a una plaza, muy cerca de la catedral: “MELI”.

 

            Ottavio Meli por su parte, era el menor de seis hermanos: Salvatore (si, otro Salvatore más), el hijo mayor, soltero; el segundo, cuyo nombre se ha olvidado, tuvo 11 hijos; Paolo Meli, el tercero; Nuncia, cuyo rol en la vida fue rezar y cuidar enfermos; luego, la quinta hermana, de quien solo se sabe que murió de Cáncer a la boca cuidada hasta el último momento con amor y paciencia por su hermana Nuncia; y, por último, Ottavio.

            Y aquí es donde las historias comienzan a avanzar en líneas curvas y a acercarse. Paolo Meli, el tercero antes nombrado, se casó con María Ilardi y tuvieron seis hijos: Giovachino, Pietro -mi nonno- Corrado, Salvatore (si, otro más), Antonietta y Anetta. Ellos son los tíos y tías de mi madre, a quienes conocí cuando era niña, en las celebraciones familiares comiendo pasta al pomodoro, polpette y gnocchi (para ser sincera, yo los conocía como fideos con salsa y ñoquis, en chileno absoluto).

            Paolo Meli era mayorista de telas y recorría Italia junto a algunos de sus hijos, comprando y vendiendo. Pero en esa época la mafia comenzó apoderarse de Sicilia, y con ella los cobros por protección, las amenazas y los asesinatos. A Paolo empezaron a cobrarle “il pizzo” amenazándolo con hacer daño a su familia si no pagaba, además había recesión, la lira fue muy devaluada y los clientes no pagaban. Se dió cuenta de que la situación era insostenible, vendió todo lo que tenía y detuvo la construcción de la que sería “su casa de mármol en el centro de la ciudad”, pago sus deudas, cuidó su nombre y prestigio y se fue a Génova donde vivía su hijo Giovachino, con la idea de instalarse ahí y retomar su negocio.   

            Mientras, parte de la familia ya había comenzado el éxodo a América y los que se iban comenzaban a tentar a los otros hablándoles de las maravillas de Chile.  Poco a poco se fueron viniendo en esos viajes largos en barco, atravesando el Atlántico durante semanas o meses, recalando en Brasil, bajando en Argentina, y llegando por fin en un tren a Santiago. En uno de esos barcos subió Paolo, Maria y sus hijos solteros. Pietro y Giovachino se quedaron un tiempo más en Italia, Pietro en Noto y Giovachino en Génova.

            Si van siguiendo la historia, se habrán dado cuenta de que Pietro Meli era sobrino sanguíneo de Ottavio Meli y Rosetta Pastorella era sobrina “política” del mismo. Está clarísimo, ¿cierto?

            Retrocediendo unos años, al principio de 1900, los entrañables hermanos Michele y Palma Pastorella vivían separados por más de mil kilómetros. Michele y Erminia con sus hijos vivían en el norte y Ottavio y Palma en Sicilia. Michelle tenía dos hijos: Salvatore y Rosetta, pero Palma no tenía ninguno. Y por esto, en una decisión al parecer no tan poco común para la época, Michelle y Erminia enviaron a su hija Rosetta a vivir al sur con sus tíos. Rosetta debe haber tenido unos ocho años cuando esta generosa y amorosa transacción entre adultos tuvo lugar. ¿Qué habrá significado para una niña dejar a sus padres y hermano, sin motivo aparente, y tener que irse a vivir tan lejos de ellos? No lo sabemos, pero a mí me resulta fácil suponer que alguna herida y alguna espina pueden haber aparecido.

            Rosetta siguió viendo a sus padres biológicos en los veranos y muchos años después fue a refugiarse a su casa durante la Segunda Guerra Mundial con toda su familia, incluída mi madre. Los lazos no se cortaron, el vínculo continuó, pero siempre he supuesto que algunas pequeñas espinas comenzaron a formarse en la piel de esta niña de ojos azules con este primer desarraigo, las mismas que después se engrosaron en su segundo gran desarraigo, cuando a sus 33 años y con dos hijos se fue esta vez mucho más lejos, a América, siguiendo a su esposo y los sueños de él y dejando padres, hermanos, tíos y primos en Italia. Nunca los volvió a ver.

 

Por Rosanna Nitsche Meli. Mayo 2023

Niños sentados: Salvatore y Rosa Pastorella

Adultos al centro de pie: Michelle Pastorella y Erminia Franza

María Pastorella:

madrina de confirmación de mi mamá.

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