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  • Rosanna

Redes y vínculos: Crónica de un Viaje - Nov 2011


Un largo viaje donde, día a día, yo fui aprendiendo de todos y todas. Me fui sintiendo parte de las diferencias que nos hacen semejantes. Fui riéndome de mis modismos de chilena y disfrutando de la erres de los ticos, sus mae constantes y de los padre, guey y cabronadas de los mexicanos. Si po, vengo de Chile y al hacer el mapa de nuestra América quedo siempre ubicada por allá al final o al principio, mirando desde lejos. Hasta que hacer amigos en otros países y escucharlos en talleres y encuentros sociales, mirar las calles y ver los cuerpos moviéndose por las ciudades me permiten acercarme un poco más. (Que impresionante masa de gente bajaba las escaleras del metro en DF). Las diferencias, la intolerancia, el individualismo y la necesidad de inclusión. El respeto y la conexión con la naturaleza, con nuestros barrios y con las personas. Esos fueron los temas en ambos países y de todos los grupos. La inmigrancia, la necesidad de ser aceptados y el no lograrlo. La violencia que nos rodea de los modos más sutiles a los más estruendosos, el miedo. «Quiero cambiar de nombre: elegir quien quiero ser, hacer y ser lo que quiero; sin embargo, cada vez parece que lo instituido lo impide". Escuché de reglamentos, instituciones y leyes que limitan nuestra libertad y de recursos de amparo (varias veces en distintos momentos en ambos países) para defendernos. «Ya no quiero que me encasillen como la bailarina tonta y bulímica»; «Soy psicólogo, pero no tengo nada claro, lo que tengo es miedo de no encontrar trabajo». «Estoy cansado de los prejuicios». «Tengo envidia de como expresas con tu cuerpo y quisiera que compartiéramos lo que cada uno es». «Tomá un mate y animate» (¿qué hay más comunitario que un mate?). «Juntos logramos más y estamos protegidos» pero a veces también queremos salirnos de la fila del combatiente. «Siempre fui el distinto». Integrar opuestos, amigarse con recursos y debilidades. Ya no quiero ser súper heroína. Confiar y desconfiar. Muchas ganas de construir. El sonido de la selva en Puerto Viejo, cerca de San José, lo volvimos a escuchar en una sala de clases en la UNA, fuimos animales y luego una tribu en busca de agua que se disgrega por el poder y el individualismo. El orgullo de los habitantes por aspectos de su cultura; la maravilla de la naturaleza en Costa Rica y el cariño por su música. Las constantes muestras culturales en México: toda una ciudad y un país unidos por la fiesta de los muertos, por sus alebrijes y su comida. Hacer visible aquello que de tan cotidiano se torna impensable, hacer visible lo que queremos construir y despertar la libertad que tenemos para lograrlo. Hacer visibles las redes existentes y construir otras nuevas. En los murales de Diego Rivera en la «prepa 1» (una de las expresiones artísticas más hermosas que haya visto), él deja un legado cultural donde cada momento de la vida mexicana está retratado. Cada pedacito de nuestra vida es una obra de arte, es parte de la creación de la historia propia y de nuestras ciudades y países. En uno de los murales sale un juego típico de México y ese juego es una metáfora de la creación de redes y el enmarañado social en que vivimos. Ese juego también es el que Mario propuso en el taller que dimos juntos en la EMPS, donde imaginariamente construimos una red de hilos invisibles que nos unen. Como facilitadora de procesos grupales sólo quisiera siempre estar dispuesta a escuchar y a resonar. Con todos los sentidos atender a lo que el grupo necesita, respetar tiempos, aceptar las lágrimas, las risas y los silencios, aceptar diferencias y proponer un modo distinto de expresarnos, que amplía la palabra, que devuelve a la creatividad el valor expresivo, que recuerda que el arte crea nuevas realidades posibles. Moreno nos brindó un camino posible, un camino para reivindicar al hombre y la mujer creadores; la espontaneidad para construirse; el encuentro para recordar que no estamos solos y que nos necesitamos. Todo el desarrollo cultural de nuestros pueblos: mitos, tradiciones, expresiones de teatro y arte popular, máscaras ceremoniales, hombres y mujeres de trabajo, hombres y mujeres de pensamiento, etc. etc. amplían las posibilidades metodológicas con que contamos, los textos y los contextos en que nos movemos. Métodos que favorecen que personas, grupos y comunidades se vuelvan a ver, que se haga visible lo que aparentemente no existe, que nuestro cuerpo individual y político se torne dispuesto y poroso. A cada uno y cada una les agradezco por los momentos regalados, por invitarme a conocer un poco de sus culturas y sus vidas. Por mostrarme sus «extrañas comidas», responder mis preguntas, jugar mis juegos y dejarme llena de interrogantes y motivación para continuar en la acción y reflexión. Acción para el contacto, reflexión para comprender y dar sentidos a los que hago. Me regreso con ingredientes (un frasco de mole, un poco de chile chipotle), con colores (morfos, verdes profundos, los cuadros de Frida, los alebrijes en el zócalo), con recetas de comida, poemas de Cortázar, murales de Diego Rivera, frutas impensables, cariño, largos abrazos, muchas historias. Y con la ilusión de que hayan quedado algunas hebras para redes que se podrán tejer, para redes que se podrán ampliar. Al comenzar el viaje crucé el espejo para entrar a un mundo supuestamente imaginario, como Alicia, como cada participante en los talleres de máscaras. El último viernes, lo crucé a la inversa, fui la última en hacerlo y me di cuenta de que se acercaba el fin del viaje y el comienzo de otro. Desde Chile, Rosanna Noviembre 2011

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