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  • Rosanna

Una casa por reconstruir


31 de marzo de 2010


Luego del terremoto y maremoto en nuestro país, muchas cosas se han destruído y otras muchas han cambiado.

Los chilenos hemos tenido más o menos pérdidas directas, pero para todos el miedo, el desconsuelo y el dolor se hicieron presentes, también el desagrado ante las escenas vandálicas, la rabia por las decisiones incorrectas, la pena por quienes lo perdieron todo, el deseo de ayudar a otros.

En este tiempo he tenido la suerte de poder ir, en nombre del Colegio de Psicólogos de Chile y la SOCHPED a acompañar a algunos afectados directamente con la pérdida de sus casas en un lugar llamado Villa Prat, un poco al sur de Curicó, un pueblo pequeño que debe haber sido hermoso, con casas antiguas de adobe, las típicas que llamamos de estilo chileno, de las que había muchas en nuestro sur y de las que quedan muy pocas.

En este poblado se cayeron 1200 de alrededor de 1800 casas, hay muchísimas familias sin techo, niños sin escuela, personas que ya no logran ubicarse en la calles al perder puntos de referencia, cementerio en condiciones terroríficas, mujeres que lloran al ver la iglesia en la que se casaron destruída o que observan silenciosas como una retroexcavadora les demuele lo poco que quedó en pie. Ancianas que sufren porque aquella casa se las había hecho «su viejito» y algunas hijas que se angustian por no poder ir al cementerio a visitar la tumba de algún ser querido, como han hecho cada semana por años. También hay innumerables muestras de cariño y solidaridad, hay vecinos que se acompañan, familias completas alojadas en casas de otros, hay comida que se comparte y bromas para alegrar al otro.

En ese lugar sigue temblando constantemente, y a cada réplica el miedo retorna, las noches en vela se mantienen y la incertidumbre y expectación se hacen insoportables.

La primera vez que fuí, a 2 semanas del terremoto, se sentía la inmovilidad y el miedo. La segunda vez, a 1 mes del terremoto, se sentía la desolación, la rabia y el dolor.

La energía en el lugar es muy fuerte y agotadora, es como un peso en el cuerpo que hay que superar para poder ayudar y ofrecer miradas distintas. Las imágenes son parecen los resultados de una guerra.

Las personas están teniendo reacciones distintas, mientras algunos siguen detenidos, otros se están movilizando, otros comienzan a hacer bromas de su situación permitiendo que aparezca el necesario humor, en otros la intolerancia está provocando conflictos en los grupos y familias.

Con el terremoto se nos cayeron las seguridades que construimos para protegernos, se nos hizo presente la incertidumbre de la vida. Se nos recordó lo frágiles que somos, lo indefensos que estamos frente a la fuerza de la naturaleza. Se nos acercó la muerte como posibilidad real y cercana de la que generalmente preferimos no acordarnos, a pesar de ser lo único seguro que hay en la vida.

En Villa Prat las personas perdieron la seguridad que les brindaba el tener las necesidades básicas satisfechas, la seguridad de un pueblo poco violento, la seguridad que les brindaba su casa, la seguridad que les brindaba saber que sus hijos irían al colegio cada semana, la seguridad de su trabajo, la seguridad de la rutina cotidiana.

En estos 2 viajes al lugar, hemos intentado armar una red que permita a los psicólogos voluntarios que van al lugar, organizar mejor su trabajo, sin comenzar de cero cada vez que alguien llega.

En un primer momento, hicimos un levantamiento de las organizaciones y grupos existentes, identificando los líderes de éstas y como contactarlos. Observamos las principales necesidades en nuestro ámbito de trabajo.

También nos reunimos con las autoridades y grupos de personas que trabajan con otros para ofrecer un modelo distinto al asistencialismo, invitándolos a movilizar las redes existentes, a considerar los recursos de su comunidad. Luego, hemos hecho talleres y encuentros con grupos: profesores, bomberos, vecinos, iglesia, niños.

Mis dos viajes han sido una experiencia difícil y enriquecedora. Me han permitido canalizar mi necesidad de ayudar en esta catástrofe, de no mantenerme al margen o como testigo distante del dolor en algunos lugares. Me han permitido aprender y maravillarme con personas hermosas que dan su tiempo y trabajo como voluntarios y con vecinos que sin dudar han prestado su ayuda a otros que la necesitan talvez tanto como ellos mismos.

En un principio, me cuestioné por qué quería ir a ayudar, pensé que mi ego me movía a hacer algo por lucirme o demostrar(me) mi fortaleza, luego pensé que era sólo una manera de aplacar la culpa de estar bien y no ayudar.

Tuve que hurgar en mis sentimientos para sacar esas primeras máscaras, que por supuesto están presentes, y encontrarme con el deseo de ayudar, con la empatía con quienes lo están pasando muy mal, también con mis recursos que me permitirían dar un apoyo profesional y con la humildad de no saber bien que hacer, ni cómo hacerlo.

Fui a una capacitación que dió el Colegio de psicólogos y me sirvió mucho, pues nos brindó un modelo en el cual apoyarnos. A partir de eso, pude recordar que desde la primera tesis que escribí el tema en el que sin saber como, he ido trabajando, son las redes sociales y el apoyo que se encuentra en ellas.

El psicodrama ha sido mi herramienta y me ha permitido encontrar una forma de contacto cercana y contenida, para compartir las vivencias, para conectarse con las emociones, para destrabar el cuerpo, para encontrarse con los recursos personales y comunitarios. El trabajo con esculturas permitió que las personas pudieran expresar sus emociones a través de otros, compartiendolas. La recreación de los pilares propios y de la comunidad, aportó al reencuentro con los propios recursos y a la creación de una forma de apoyo y contención grupal. El trabajo con mapas, tomado de las pérdidas de puntos de referencias concretos y simbólicos, ayudó a un grupo de bomberos a ubicar sus recuerdos y sensaciones en distintos lugares para luego reunirlas con los puntos de otros y dsede ahí poder caminar por este nuevo mapa del pueblo en el que hay pérdidas, familia, voluntarios, un joven muerto, miedo…un antes, durante y después.

Cansada y aún sin poder integrar realmente la experiencia, pero agradecida de estar bien, con vida, con casa y con mi familia y de que, desde ahí he podido poner un granito de arena en esta movida tierra.



Rosanna Nitsche. 31 de marzo de 2010

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